“Europa no conseguirá sobrevivir sin inmigración. No debería tenerse tanto miedo de eso: todas las grandes culturas surgieron a partir de formas de mestizaje”.
Günter Wilhelm Grass, escritor alemán Premio Nobel de Literatura y Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1999.
Por más de 700 años, desde comienzos del siglo VIII hasta cerca del final del siglo XV, gran parte de España estuvo regida por musulmanes y el Islam era una fuerza pujante en la península ibérica. La expansión del Islam a través de Europa alcanzó su punto máximo en el siglo octavo. En 1492, los ejércitos de los reyes Fernando e Isabel conquistaron Granada; el último bastión musulmán en España.
En la actualidad se está produciendo una nueva conquista musulmana de Europa. Pero esta vez se trata de una invasión pacífica. Millones de turcos, árabes, argelinos y otros musulmanes han migrado a países europeos en busca de empleo y una vida mejor.
Según estudios actuales para que una cultura se mantenga por más de 25 años se requiere una tasa de fertilidad superior 2.11 hijos por familia. Con cualquier tasa menor esa cultura decaerá. En otras palabras si dos parejas tienen un hijo cada una, habrá la mitad de hijos con respecto al número de padres, y si estos tienen un hijo, los nietos serán la cuarta parte con respecto a sus abuelos.
En 2007 la tasa de fertilidad en Francia fue de 1.8, en Inglaterra 1.6, Grecia 1.3, Alemania 1.3, Italia 1.2 y España 1.1. La media de la tasa de natalidad de los países de la Unión Europea es de 1.38 hijos por pareja.
En Canadá la tasa de fertilidad es de 1.6, cinco puntos, por debajo de la tasa requerida para que una cultura perviva. Entre 2001 y 2006 la población canadiense aumentó en 1.6 millones de personas de los que 1.2 millones eran inmigrantes.
En Estados Unidos la tasa de fertilidad es de 1.6 millones. Contando la inmigración de países hispanos la tasa sube a 2.11, justo el mínimo requerido para mantener una cultura. Esto nos lleva a atender la migración como un asunto muy importante.
Se estima que 11 millones de inmigrantes indocumentados viven en Estados Unidos. De ellos, casi 7 millones se concentran en las 20 áreas metropolitanas del país; Nueva York, Los Ángeles y Houston son las que encabezan la lista, elaborada a partir de datos del gobierno.
Se sabe que el expresidente de Estados Unidos Barack Obama fue el que expulsó de su país el mayor número de indocumentados en la historia. No obstante, fue Obama, el que promovió el programa DACA, que son las iniciales de Deferred Action for Childhood Arrivals o -digámoslo así- Acción Diferida en contra de los que llegaron niños. Se trata de cerca de 800 mil seres humanos que fueron llevados cuando aún eran infantes por sus padres que buscaban trabajo y techo a Estados Unidos. Allá crecieron, allá se educaron y allá trabajan pagando impuestos gracias al programa DACA, que aún siendo indocumentados les da un permiso temporal de estadía, en particular a los denominados Dreamers.
Para calificar se requería haber llegado indocumentado a Estados Unidos antes de haber cumplido 16 años, haber vivido de manera continua en el país desde el 15 de junio de 2007 y haber tenido menos de 31 años para el 15 de junio de 2012.
Los beneficiarios debieron también haber estado físicamente en el país antes del 12 de junio de 2012, así como al momento de hacer la petición al Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos (USCIS), estar en la escuela y no haber sido convictos por un delito grave o tres delitos menores.
A los jóvenes se les llama dreamers o soñadores en inglés porque antes de DACA esperaban tener regularización migratoria mediante una fallida propuesta de ley conocida como Acta del Sueño, como referencia al “sueño americano” al que aspiraban los jóvenes.
Esta medida ejecutiva fue anunciada en la mañana del 15 de junio de 2012 por la Secretaria Janet Napolitano, y posteriormente reafirmada en conferencia de prensa ese mismo día por el presidente Obama.
El 5 de septiembre de 2017 fue suspendida toda nueva solicitud de inscripción al programa, esto fue anunciado por el fiscal general del Departamento de Seguridad Nacional, Jeff Sessions, como parte de las acciones de la presidencia de Donald Trump.
En el México del siglo XXI aún no ha quedado claro que la nacionalidad es hija del determinismo. ¿Que país elegirías para nacer? ¿Te sentirías mexicano(a) en caso de no contar con un acta de nacimiento, una credencial del IFE o un pasaporte, viviendo, estudiando y trabajando en otro país desde la infancia?
Es muy probable que de los 800,000 dreamers protegidos por el programa DACA, ni a 1% le interese regresar al país de origen. Y no se trata de un escenario ramplón de patriotas frente a antipatriotas. Los jóvenes DACA son estadounidenses a pesar de no contar con papeles de aquel país. Y lo son por dos razones de peso: su llegada a Estados Unidos tuvo un componente determinista, es decir, en su mayoría, no eligieron viajar, la decisión la tomaron sus familiares. La segunda razón es cultural: los dreamers están totalmente asimilados al país vecino. La mayoría de ellos hablan mejor el inglés que el español. El idioma es un potente elemento cultural sobre la asimilación.
Una solución permanente para proteger a los dreamers es la aprobación del Dreamers Act. Los gestos políticos en el Congreso ya se están vislumbrando con los demócratas presionando para pasar la ley en ambas Cámaras pero con la dirigencia republicana en la Cámara baja empezando a expresar renuencia a que se vote un Dreamers Act.
Según datos ofrecidos por el Center for American Progress, la deportación de cada persona le costaría al gobierno norteamericano la cantidad de más de diez mil dólares, que incluyen los costos de detención, la espera durante el procedimiento, los gastos judiciales ante las instancias de inmigrantes y, finalmente, su transportación. De tal suerte que la deportación de los 600 mil jóvenes supondría un gasto de más de seis mil millones de dólares a las arcas federales.
México debe estar preparado para enfrentar este problema, el cual, a pesar de lo doloroso, tiene un aspecto positivo y optimista. La posible llegada de estos jóvenes soñadores requeriría esfuerzos extraordinarios en muchos renglones, pero en el fondo nuestra nación se enriquecería con el arribo de jóvenes calificados, preparados académicamente y con experiencia en el mercado laboral, además, en muchos casos, con buen dominio del español y del inglés.
De este lado de la raya todo es, como siempre, ilusión y demagogia. A lo muy claro, el gobierno mexicano afirma que les dará educación, cobijo y empleo a todos los soñadores que sean deportados. Bien podría proporcionar trabajo, educación y cobijo a los mexicanos de aquí, quienes también tienen sueños frustrados.
“Nada los va a parar en la búsqueda de sus sueños. Se merecen todos y cada uno de sus éxitos”.
Michelle Obama a los inmigrantes universitarios en la ceremonia de graduación en City University of New York (junio 2016).
Los comentarios están cerrados.