“El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política” Simón Bolívar (1783-1830) Militar, idéologo y político de origen venezolano.
Debajo de lo que conocemos como territorio continental o tierra firme, existe un gran rompecabezas conformado por quince placas tectónicas que flotan sobre remolinos de roca y magma; estas placas están en constante movimiento. Datos del servicio geológico de los Estados Unidos estiman que se desplazan a una velocidad entre 2 y 20 cm. cada año.
Hoy es imposible predecir cuándo y dónde se generará un sismo, pero existen alternativas para mitigar su impacto. Una de ellas es el Sistema de Alerta Sísmica Mexicano (SASMEX) que desde 1995 opera con el respaldo del Centro de Instrumentación y Registro Sísmico, CIRES, para difundir la alerta sísmica, y mediante un centenar de sensores, es capaz de detectar los temblores que se originan en las costas del pacífico mexicano.
Cuando se presenta un evento que supera la magnitud 5.5, el sistema manda un alerta 50 segundos antes que llegue a la Ciudad de México, dependiendo del epicentro donde se genera. De acuerdo con los especialistas, en las costas del pacífico existen zonas que durante siglos han concentrado gran cantidad de energía por el choque de placas tectónicas; una de ellas, el Istmo de Tehuantepec y la otra en las Costas de Guerrero, por lo que la posibilidad de que otro sismo de gran magnitud se presente, es latente.
Los días 19 y 20 de septiembre de 1985, la Ciudad de México sufrió de dos sismos de gran intensidad que tuvieron repercusiones considerables en diferentes estructuras, ocasionando inclusive el colapsamiento de algunas de ellas.
El Departamento de Distrito Federal (DDF), en aquel entonces, instrumentó el Programa de Reconstrucción de la Ciudad de México, teniendo como un aspecto importante, la creación de un Nuevo Reglamento de Normas de Construcción, que contemplara el estudio del comportamiento del suelo y subsuelo del Valle de México ante el embate de fuertes movimientos sísmicos.
El Nuevo Reglamento debería de considerar las estructuras rocosas sepultadas, los suelos y demás materiales “blandos” que rellenan la antigua cuenca, así como las velocidades de propagación de las ondas sísmicas a través de los diferentes medios, las frecuencias dominantes, los coeficientes de amortiguamiento y los módulos dinámicos. El DDF decidió que se realizaran trabajos geofísicos en julio de 1986, mediante una exploración sismológica en el Valle de México, apoyándose en personal técnico de la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
Para determinar las características Geológico-Estructurales del subsuelo hasta una profundidad de 400 metros fue necesario el uso de explosivos tipo Hidrogel y estopines tiempo “cero” para la iniciación, así como para estudios de Cross-Hole. En este trabajo tuve la oportunidad de participar personalmente como Jefe del Grupo de Explosivos de la 1/a Zona Militar, conjuntamente con los ingenieros de la CFE, proporcionándoles los explosivos y estopines, verificando el uso y manejo de explosivos en la ciudad. Para la realización de este trabajo se utilizaron explosivos TOVEX-100 y TOVEX-700, que son dos hidrogeles de diferentes diámetros, el primero para la zona donde se utilizaron cargas entre 0.15 kilogramos y 1 kilogramo y el segundo para cargas mayores a 1 kilogramo.
Con este estudio se contribuye a conocer las diferentes capas del subsuelo , así como determinar sus propiedades. El programa contempló levantamientos en el Lago de Texcoco, el vaso del Lago de Chalco, en la zona del Lago de Xochimilco, así como 31 puntos distribuidos en la Ciudad de México.
Paralelamente a estas técnicas se efectuó la medición de ondas sísmicas entre barrenos para obtener los parámetros elásticos del subsuelo hasta una profundidad que oscila entre los 40 y 60 m. El programa incluyó puntos en los sitio de la Torre de Comunicaciones, unidad habitacional Benito Juárez, Central de Abasto y Tláhuac.
Los Directores Responsables de Obra (DRO), fueron incorporados a las normas de construcción en 1987, y han resurgido a raíz del reciente sismo del 19 de septiembre, del colapso de edificios nuevos y de las anomalías en la construcción de otros inmuebles averiados. Tras los terremotos de 1985, las normas complementarias de construcción establecieron parámetros de reforzamiento de edificios que habían resultado dañados, o bien de normas para inmuebles que fueron construidos a partir de ese año, contemplando que debían soportar un sismo de al menos 8.1 grados en la escala de Richter.
Para el investigador del Instituto de Ingeniería de la UNAM, Eduardo Reinoso, cualquier falla catastrófica en un edificio solo se explica por el error de uno o más involucrados en su construcción y mantenimiento. El investigador insistió en que los gobiernos delegacionales y locales han dejado de lado la supervisión estructural de los edificios para centrarse más en los usos de suelo, y eso es algo que debe cambiar, pues la seguridad de los ocupantes depende del buen estado de las estructuras.
Un grupo de albañiles y trabajadores de la construcción se manifestó sobre el Eje 8 Sur, en la Colonia del Valle, debido a que varias obras fueron suspendidas en la delegación Benito Juárez. Los quejosos explicaron que desde el martes que se registró el sismo apoyaron como voluntarios para retirar los escombros en los edificios colapsamos en la demarcación y que ahora que regresaron a trabajar, la delegación suspendió, por tiempo indefinido, la realización de cualquier construcción.
Ante la restricción realizada por la delegación, los trabajadores decidieron unirse para manifestar su molestia, ya que “ganamos por día y no tenemos cómo llevar el sustento a nuestras casas”, expresó un trabajador.
El sismo de 1985 tardó en su primera fase más de seis meses para reactivar algunas zonas siniestradas, por lo que me parece que todas las disposiciones que se emitan para atender una emergencia, deben ser analizadas y atendidas de inmediato a efecto de no entorpecer la vida económica de la ciudad, tomando las medidas de seguridad que se requieran, pero no parando al 100 por ciento la economía, los empleos y la vida diaria. Me da la impresión que tenemos autoridades que no están preparadas para atender este tipo de eventos críticos, dada su experiencia más de tipo político, que profesional y ciudadano.
Podemos aseverar después de esta lamentable experiencia, que el país posee una reserva de fortalezas, morales y materiales, que no son patrimonio de nadie en particular, sino de todos.
“Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes”.
Khalil Gibran (1883-1931) Poeta, pintor, novelista y ensayista libanés.
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