El gran problema para resurgir como país es ganar la batalla contra la corrupción y la impunidad, por eso mi reconocimiento a la PGR, apoyada por la Interpol y autoridades guatemaltecas por la detención, este sábado 15 de abril, del ex-gobernador de Veracruz Javier Duarte, quien se había fugado en octubre de 2016, siendo requerido en México por su probable responsabilidad en los delitos de delincuencia organizada y operaciones con recursos de procedencia ilícita, además de ser el político más buscado por sus actos de corrupción.
Corrupción es la acción y efecto de corromper (depravar, echar a perder, sobornar a alguien, pervertir, dañar). La corrupción, por lo tanto, puede tratarse de una depravación moral o simbólica. En otro sentido, es la práctica que consiste en hacer abuso de poder, de funciones o de medios para sacar un provecho económico o de otra índole.
Es necesario conocer la corrupción: localizarla, medir su extensión, identificar sus causas, encontrar las áreas de riesgo que permiten su reproducción, examinar sus mecanismos de operación, exhibir sus efectos y estudiar las experiencias exitosas. Todo esto para tener una estrategia exitosa para combatirla.
La corrupción política se refiere al mal uso del poder público para conseguir una ventaja ilegítima generalmente de forma secreta y privada. El término opuesto a corrupción política, es transparencia.
Las formas de corrupción varían, pero las más comunes son el uso ilegítimo de información privilegiada y el patrocinio; además de los sobornos, el tráfico de influencias, las extorsiones, los fraudes, la malversación, la prevaricación, el caciquismo, el compadrazgo, la cooptación, el nepotismo, la impunidad, y el despotismo. La corrupción facilita a menudo otro tipo de hechos criminales como el narcotráfico, el lavado de dinero y la prostitución ilegal; aunque no se restringe a estos crímenes organizados, y no siempre apoya o protege otros crímenes.
La corrupción es un complejo fenómeno social, político y económico que afecta a todos los países del mundo. En diferentes contextos, la corrupción perjudica a las instituciones democráticas, desacelera el desarrollo económico y contribuye para la inestabilidad política.
La corrupción es un lastre por los enormes costos económicos, políticos y sociales que ocasiona en los países que la padecen con mayor agudeza. Identificar y cuantificar dichos costos es indispensable para conocer la dimensión del problema y diseñar políticas públicas adecuadas para su prevención y erradicación.
No es fácil medir el costo económico, pero es claro que incide sobre el crecimiento económico, en la pobreza y la desigualdad y favorece las actividades de la economía negra.
Por ejemplo, el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP) calculó en 2012 en 1.5 billones de pesos el costo de la corrupción en México y la impunidad en 98%.
La corrupción costó 341 millones de pesos al país en 2014, señalaron México Evalúa, CIDAC y México ¿cómo vamos?. Asimismo que el costo de la corrupción representó 15% de la inversión pública.
No es solo un problema de México, lo cual no le quita gravedad a nuestros problemas; el Banco Mundial señalaba en 2014 que se pagaba un billón de dólares cada año en sobornos, frente a una economía mundial que valía 30 billones.
El costo de la corrupción en México es cinco veces mayor al que se registra a nivel mundial, ya que mientras el promedio de las pérdidas por estos actos en el mundo equivale a 2% del PIB del planeta, en el país es de hasta 10% advirtió la Organización de los Estados Americanos (OEA).
El mexicano es motivado a acceder a la corrupción, en ocasiones por su bajo salario, por su falta de preparación o porque así funciona la burocracia y el sistema en su conjunto. La corrupción se vuelve una forma de ser causada por la pobreza y carencia de principios morales. Sabemos que hombre moral es todo aquel individuo que acepta la escala de valores y se responsabiliza de ellos, busca el bien, la justicia, la libertad, la igualdad, y vive en paz. La corrupción ocurre cuando el hombre se para ante la tabla de valores en actitud negativa y los rechaza o los viola.
La pregunta sería ¿todos los mexicanos son corruptos? La respuesta es: no, de ninguna manera. México es un país donde habita mucha gente de bien que cree y vive llena de valores, donde la paz, el amor, el respeto, la tolerancia, la solidaridad, la justicia y el bien encabezan a las familias. La corrupción es un fenómeno masivo más no general, es un problema de estructura social.
Cuando la sociedad no trabaja parejo, el grupo dominante se encarga de hacer la vida incómoda, y quien quiera sobrevivir tiene que colaborar. Mediante la corrupción se intenta o se consigue dominar, controlar, subordinarse, utilizar al gobierno y al conjunto del aparato del Estado.
Hay un dicho mexicano: “Cúmplase la Ley, pero en las mulas de mi compadre”. Quizá sea una actitud socialmente aceptada que revela el hecho de que todos hacemos lo que nos interesa y nos conviene.
Para combatir la corrupción, huelga decir que no hay recetas, medidas fáciles o soluciones mecánicas; hay, no obstante, ciertos principios y ciertas directrices generales que lograrían reducirla de manera apreciable. En primer lugar, entender que la corrupción es un síndrome, es decir un mal que tiene muchas manifestaciones distintas, por lo que hay que encarar el problema simultáneamente desde diversos ángulos. El segundo punto es de orden estratégico y la lucha contra la corrupción tendrá que iniciarse desde las esferas del poder. El tercer punto tiene que ver con el espíritu de la Ley, cuando no se reconocen excepciones, ni privilegios.
Todos tenemos el compromiso de velar por nuestras familias y el futuro que les espera a las siguientes generaciones y parte fundamental de ello será precisamente el reducir significativamente la corrupción y la impunidad, con nuestra participación activa en todas las actividades en que estemos involucrados.
Tenemos que olvidar las frases que en el lenguaje popular mexicano se han acuñado y reflejan la corrupción:
“Ayúdame a ayudarte”, “Ponerse guapo”, “Lo dejó a su criterio”, “Acéiteme la mano”, “Como nos arreglamos”, “Con dinero baila el perro”, “No importa que robe, pero que salpique”, ”No quiero que me den, sino que me pongan donde hay”, “un político pobre, es un pobre político”, ”La moral es un árbol que da moras”.
¿Le resulta familiar alguna de ellas estimado lector?
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