“Es inútil buscar la seguridad detrás de barreras geográficas. La seguridad real se encuentra solo en la legislación y en la justicia”, Harry Truman
La palabra seguridad proviene del latín Securitas que significa sin temor o despreocupado. La definición que nos da el diccionario indica “libre de peligros, preocupación o ansiedad”. En términos generales, la idea de seguridad se ha asociado con la de protección y la de evitar cualquier peligro o riesgo.
La seguridad de un estado se construye y adapta de manera circunstancial, modificándose de acuerdo con las necesidades de cada país.
El concepto de seguridad nacional ha evolucionado y se ha adaptado a lo largo de la historia, pero siempre se ha mantenido como una prioridad para los estados en todo el mundo. Toda nación debe ser capaz de defender tanto su soberanía territorial, como a sus habitantes y sus intereses nacionales. La seguridad nacional, en sus dos vertientes, la defensa exterior y la seguridad interior, son responsabilidades que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos deposita en las manos del presidente de la República.
La seguridad interior es una función de seguridad nacional a cargo de la federación que tiene como objeto preservar el orden constitucional, el estado de derecho, la gobernabilidad democrática y los derechos humanos en todo el territorio nacional para garantizar condiciones de desarrollo de la población.
Durante la administración de Fox, las fuerzas armadas fueron movilizadas en operaciones para restablecer condiciones de seguridad en algunas localidades, con misiones estrechamente acotadas e intervenciones de corto plazo.
Durante la administración de Calderón, a partir de 2006 la presencia de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad pública se volvió permanentemente en múltiples estados. Las fuerzas armadas llegaron a sustituir a corporaciones municipales y estatales.
Este nuevo modelo de intervención iniciado en la administración de Calderón y continuado bajo la administración de Peña Nieto genera un dilema político/legal de difícil solución.
La Secretaría de Marina reportó el 10 de febrero que, derivado de dos enfrentamientos en Tepic, Nayarit, abatió a 12 personas, entre ellos Juan Francisco Patrón Sánchez, “El H-2”, presunto jefe de plaza del Cártel de los Beltrán Leyva. Con el fin de disminuir la agresión y reducir el peligro de bajas de civiles y fuerzas federales, éstas repelieron la agresión con apoyo de disparos disuasivos desde un helicóptero. Una operación precisa, exitosa y ejemplar, pero que no corresponde a lo que la sociedad civil quiere ver en la cotidianidad en un contexto urbano.
En ausencia de corporaciones locales y estatales competentes, las fuerzas armadas no pueden retirarse, so pena de dejar indefensa a la población frente al crimen organizado. La presencia de las Fuerzas Armadas o de la policía federal ha reducido los incentivos de los actores políticos locales y estatales para construir capacidades propias, es decir formar los cuerpos de seguridad para sus áreas de gobierno.
La interpretación histórica, armónica y lógica del artículo 129 constitucional autoriza considerar que las fuerzas armadas pueden actuar en auxilio de las autoridades civiles, cuando éstas soliciten el apoyo de la fuerza con la que disponen.
El artículo 89, fracción VI, de la Constitución faculta al presidente de la República a utilizar al instituto armado para salvaguardar no sólo la seguridad exterior del país, sino también la interior.
Ante tanta expectativa de los ciudadanos por encontrar una respuesta del gobierno para mejorar significativamente la seguridad, encontramos que más que al gobierno federal, corresponde a los legisladores aprobar las leyes para su implementación inmediata, pero sucede que ellos no tienen prisa, porque todos sus acuerdos generalmente van en importancia de generar más presupuesto para sus partidos sin importar las peticiones de la sociedad, echando culpas a quien se ponga enfrente y sin dar respuestas. Por ejemplo, los diputados del PRD acusaron al PRI y PAN de querer aprobar rápidamente la siguiente semana la Ley de Seguridad Interior, con el que se pretende regular la labor del Ejército contra el crimen organizado, pero no se ponen a dar rapidez a esta demanda de la sociedad.
Por otra parte, el Ombudsman nacional y especialistas en derechos humanos demandaron al Congreso posponer la Ley de Seguridad Interior.
Por su parte, la bancada del PVEM en la Cámara de Diputados presentó ayer una iniciativa para expedir la Ley de Seguridad Interior, con el fin de establecer normas claras en la materia.
El documento propone la intervención de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad, previo estudio de la situación específica para determinar tiempo, grado y territorio concreto donde participen en situaciones de extrema emergencia.
Asimismo, señala la importancia de ordenar la actuación de cada una de las instituciones de seguridad del país, y destaca que el desempeño de las Fuerzas Armadas ha sido eficaz al proteger la seguridad interior frente a distintas amenazas.
Como podemos apreciar, hay quien no tiene urgencia de atender la mayor demanda de los mexicanos en la seguridad de sus familias, sus casas, colonias, municipios, estados, escuelas, transporte, carreteras, restaurantes y todos aquellos lugares donde participe la gente. Este tema ya tiene mucho tiempo que está puesto en la mesa y aunque son válidas todas las opiniones, quien más lo necesita somos la mayoría de los mexicanos en todo el país.
Muchos personajes de la política, de organizaciones que representan diferentes intereses y otros más que hablan de seguridad sin tener la idea de lo que significa realmente la seguridad nacional, ni la seguridad interior, participan en foros y medios de comunicación queriendo llevarse la nota, pero realmente no están colaborando con la solución de uno de los problemas más importantes del país.
Esperemos pronto humo blanco en la cabeza de nuestros legisladores, como la tenemos rápidamente cuando hay que nombrar a un nuevo Papa. El poder legislativo está en deuda con México y con las Fuerzas Armadas en materia de seguridad. No hay tiempo que esperar.
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